lunes, 26 de septiembre de 2016

Surfeando mi vida

           Si dijera que todo empezó a mis 4 años de edad en el primer momento que logré pararme sobre una tabla de surf estaría mintiéndoles. En realidad, todo empezó mucho mucho antes.

A la derecha se encuentra mi hermana y a la izquierda estoy yo. 
4 años, 2001.
Playa Los Ingleses, Brasil.
            La conexión con el mar está en mi sangre, desde la panza de mi joven madre que fielmente acompañaba al loco de mi padre a cada lugar que iban en busca de olas. Fines de semana, feriados, invierno, verano, turismo, ‘’sanguchito’’; cada día que era posible y las condiciones se prestaban, ellos estaban ahí.
Revista uruguaya Mareas.
En la foto de la izquierda me encuentro yo, a la derecha Nicolas Malet y debajo Bachi Brum.
            Mi padre se introdujo en el tema desde muy chico, aproximadamente a los 14 años. Por un lado motivado por la música de su época, los 80, donde los Beach Boys sonaban entre los jóvenes. Y por otro lado tuvo un primer encuentro con el surf en un viaje con su familia a otro país que le cambió la vida por completo.
            En ese entonces el surfing en Uruguay no era un deporte practicado por muchos como lo es hoy en día. Peso a peso, con el gran sacrificio que le llevó, compró su primer tabla. Una Energy roja con un rayo de diseño. Desde ese entonces hasta el día de hoy la locura y amor por este deporte trascendieron a un nivel inimaginable. Se reflejó en todos los ámbitos de su vida; sus gustos musicales, sus estilos, sus amistades, sus motivaciones, ambiciones y metas.

Papá en 1996, 24 años, Punta del Diablo.

            Y acá estoy yo, hijo de estos locos apasionados. Imposible no ser un pez de mar viniendo de esta camada. Mis primeros pasos los di en la arena, frente al mar, con el sol y la luna de testigos.
            Antes de estar listo para lanzarme al mar, el viejo siempre se preocupó por enseñarme a surfar el mar desde la tierra. Con esto me refiero a observar el mar con paciencia, respetarlo, prestar atención y ser cuidadoso. Observar los canales de agua entrantes y salientes, el viento, la rompiente, dirección del mar; un montón de cosas que con los años fui comprendiendo con mayor claridad e incorporando a mi experiencia de manera natural.
           Desde siempre él estuvo ahí. Acompañándome en cada brazada que daba, motivándome a seguir adelante, brindándome confianza y seguridad en cada mar y ola que nos enfrentábamos; enseñándome lecciones que nadie mejor que él podía darme.
Recuerdo de un día emocionante e inolvidable de Papá y yo en Chicama, Perú, ''la ola izquierda más larga del mundo''.
2012.
            Mi primer salto sobre una tabla no fue en el mar sino que en una tabla dibujada en la arena. Un protocolo que me sirvió de importante base para luego enfrentarme con seguridad a una tabla en el mar. Y así fue como todo arrancó.
            Miles de olas, caídas, sustos, risas y emociones que el surf me dio fueron formando poco a poco lo que hoy soy dentro y fuera del agua.
            Honestamente el surfing representa en mí algo mucho más fuerte que un deporte. Representa mi vida, mi manera de ser, de actuar, de ver el mundo y apreciarlo todo.
            No existe nada que iguale la sensación de estar sentado en el mar, flotando, mirando al horizonte en una tranquilidad que te abraza amigablemente y te hace sentir más libre que nunca. Vivo. 
El cuerpo se relaja completamente y libera sustancias en la sangre que te hacen sentir feliz, desestresado, en calma, en conexión con el mar.
Foto por Matías Bernadá, La Paloma 2016.
Mar que nos regala olas como oportunidades; de liberarte, de ser creativo, feliz. Sentir la adrenalina que se dispara por todo tu cuerpo desde el momento que elegís ESA ola y deseas poder hacer todos los movimientos que imaginaste desde el segundo que la viste venir. Pero por sobre todo poder sentir el agua corriendo bajo tus pies y que al terminar la ola, todo sea mejor que antes.
Para quienes nunca lo vivieron les digo que están a tiempo. Siempre van a estarlo, porque no existe edad o límite que impida colorear tu vida con uno de los mejores regalos que la vida nos ofrece.  Sólo hay que ser paciente, persistente, dedicado, observador y respetuoso, lo demás viene sólo.
No tengas miedo, si respetas al mar, él te respetará también. Y te regalará experiencias y sensaciones que nada ni nadie te darán jamás de la misma manera.

lunes, 19 de septiembre de 2016

Un surfer en la ciudad

No todos los que llevamos esta pasión en la sangre tenemos la suerte de vivir en un lugar donde las probabilidades de meterse al agua y surfar una buena ola por semana sean altas, por eso dedico este espacio para nosotros, los surfers de ciudad.


Para quienes vivimos entre estas dos líneas (Río de la Plata medio e inferior),
 
las cuales delimitan aproximadamente la separación entre río/océano, lo que hace que las condiciones de nuestra costa y territorio no alcancen como para regalarnos una buena rompiente y olas constantes.

Por lo tanto algunos de los panoramas posibles que nos quedan van por acá:

            Frustrante: el pronóstico es muy bueno y no hay chance de alejarse unos kilómetros del río. Por lo tanto horas más tarde te están llegando las fotos que aparecen en las redes de la ola que entró por Punta del Este o La Paloma y tenes que tragarte la fisura con orgullo de tu patria.

            Real: se viene una tormenta y sabes que probablemente salga un picadito en la Playa Honda o Pantalla; enseguida movés amistades para ver quien se prende a una tarde de ChocolatSurfing para calmar las aguas y pasar un rato en el lugar donde más cómodo te sentís.


            El mejor de los casos: llega el viernes y Windguru te tiró ese mar del sur, viento norte y  período +10, soleado; y toda la banda que quiere arrancar en busca de ESA ola. La ola que en una tarde de mates con amigos tanto imaginaste bajo tus pies, en un atardecer épico de esos con sabor a paz, goce y desestrés. La que vas a pasar todo el camino de vuelta a casa repitiendo en tu cabeza hasta el próximo mar que vuelvas a tocar.


De todas formas ser un surfer en la ciudad no es tan malo, por lo menos en Montevideo, que cada tanto nos da una alegría y nos deleita con su paisaje urbano y olas rompiendo cerca de la orilla, bravas o prolijas, esperando que algún fisura baje con todo su equipamiento puesto cruzando la rambla entre los autos con la tabla en mano y ganas de llevarse unas buenas olas.


Playa Honda. 





martes, 6 de septiembre de 2016

¡ Aloha !

Les doy una cálida bienvenida a este nuevo espacio que se me ha permitido emprender, donde voy a hablarles sobre un deporte que muchos ya conocen y que ha estado creciendo en nuestro país, el surf.

Fotógrafa de La Paloma, Los Botes.

A medida que vaya avanzando en este proyecto la idea es exponer diferentes contenidos relacionados a este apasionante deporte como por ejemplo: informar y recomendar lugares para practicarlo, algunos consejos o tips para quienes piensan iniciarse, brevemente hacer una presentación de la historia y su llegada en Uruguay, entre otros contenidos.

Les agradezco la atención y, ¡buena vibra!